martes, 25 de septiembre de 2012

Obsesión.

Apoyo la cabeza contra la confortable almohada, esperando otra noche más que las puertas del sueño se abran para mí. Escucho en el silencio de la noche el llanto de un niño que bien podría ser mi conciencia, atormentada por los más estúpidos e insignificantes temores. Mientras, intento refugiarme en mi jaula de palabras, como sólo yo sé hacer; o quizá hoy toque la lectura de un buen libro, pero, la verdad, últimamente no estoy para muchos sermones. Continúo dando vueltas a mis recuerdos, ficticios o no, al tiempo que me invaden fugaces imágenes y pensamientos. Todavía puedo oír los versos de Neruda resonando en mi cabeza, acosada por incesantes cefaleas. Cambio de posición y me enrosco en el mar de sábanas, que esperan pacientes a ser surcadas por los galeones de mis sueños. Las preguntas se agolpan en mi cabeza como gotas de lluvia resbalando por la ventana un día de tormenta. Me pregunto cómo una persona puede llegar a sufrir tanto por otra. Ruedo una vez más por el colchón y tanteo con los dedos el interruptor de la lámpara de noche. Al fin consigo encenderla, es entonces cuando noto su presencia. Ella todavía sigue ahí. Me mira con ojos anhelantes y sonrisa traviesa, como sólo ella sabe. Esa extraña y ridícula obsesión continúa ganándole terreno a las sombras de mi habitación, como una elegante y solitaria dama. Me tiende una mano de uñas largas como garfios, prometiéndome otra noche más de sueños imprecisos e intermitentes. Doy un suspiro. No consigo alcanzar la temperatura ideal. Estoy ardiendo por fuera, en cambio dentro de mí sólo existe el frío más salvaje y aterrador. Parece que otra noche más Morfeo se niega a visitarme. Tendré que contentarme de nuevo con sombras de mis antiguos deseos. Lo intentaré, una vez más. Apago el interruptor. La extraña sonrisa de mi amiga sigue contemplándome. Parece decidida a acompañarme hoy también. Sonrío para mis adentros. Eso está bien. Cierro los ojos y me dejo engullir por un estado de duermevela. Mañana será otro día.



jueves, 6 de septiembre de 2012

Miedo.

Porque estoy volviendo a sentirlo, y tengo miedo. Tengo miedo de lo que siento, de lo que hago y de lo que pueda suceder. Tengo miedo del ayer, del presente y del mañana. Tengo miedo de esta situación y de lo que venga a continuación. Pero, qué coño, no se puede vivir con miedo.






P.D: Hay que superarlos.