martes, 14 de junio de 2016

Las partículas elementales.

<< Aldous Huxley era un optimista, como su hermano...-dijo con una especie de disgusto—. La mutación metafísica que originó el materialismo y la ciencia moderna tuvo dos grandes consecuencias: el racionalismo y el individualismo. El error de Huxley fue evaluar mal la relación de fuerzas entre ambas consecuencias. Más concretamente, su error fue subestimar el aumento del individualismo producido por la conciencia creciente de la muerte. Del individualismo surgen la libertad, el sentimiento del yo, la necesidad de distinguirse y superar a los demás. En una sociedad racional como la que describe Un mundo feliz, la lucha puede atenuarse. La competencia económica, metáfora del dominio del espacio, no tiene razón de ser en una sociedad rica, que controla los flujos económicos. La competencia sexual, metáfora del dominio del tiempo mediante la procreación, no tiene razón de ser en una sociedad en la que el sexo y la procreación están perfectamente separados; pero Huxley olvida tener en cuenta el individualismo. No supo comprender que el sexo, una vez disociado de la procreación, subsiste no ya como principio de placer, sino como principio de diferenciación narcisista; lo mismo ocurre con el deseo de riquezas. ¿Por qué el modelo socialdemócrata sueco no ha logrado nunca sustituir al modelo liberal? ¿Por qué nunca se ha aplicado al ámbito de la satisfacción sexual? Porque la mutación metafísica operada por la ciencia moderna conlleva la individuación, la vanidad, el odio y el deseo. En sí, el deseo, al contrario que el placer es fuente de sufrimiento, odio e infelicidad. Esto lo sabían y enseñaban todos los filósofos: no sólo los budistas o los cristianos, sino todos los filósofos dignos de tal nombre. La solución de los utopistas, de Platón a Huxley pasando por Fourier, consiste en extinguir el deseo y el sufrimiento que provoca preconizando su inmediata satisfacción. En el extremo opuesto, la sociedad erótico-publicitaria en la que vivimos se empeña en organizar el deseo, en aumentar el deseo en proporciones inauditas, mientras mantiene la satisfacción en el ámbito de lo privado. Para que la sociedad funcione, para que continúe la competencia, el deseo tiene que crecer, extenderse y devorar la vida de los hombres.>>

viernes, 3 de junio de 2016

Testamento antes de vivir.

Cuando llegue el final de mi vida, que espero coincida con mi muerte,- pues estar muerto en vida es de las peores cosas que te pueden suceder- quiero dejar asuntos zanjados con este mundo. Quizá los veintiún años no sean una buena edad para hacer un testamento recopilatorio de recuerdos y sueños, pero quién dice qué es lo correcto y qué no salvo nuestra propia moralidad. Así que mi cuerpo me lo ha pedido ahora, simple y llanamente. Antes de nada me gustaría hacer un llamamiento especial a todos los amargados, embusteros, personas “mucho ruido y pocas nueces”, a toda esa gente que pisotea los buenos momentos, a los envidiosos, a los que no saben disfrutar su propia vida aun teniendo más de lo que son capaces de ver, a los que solo saben quejarse sin nunca sonreír, a los que no se permiten soltar una enorme carcajada al mundo. Y sí, sobre todo a los que suspendéis con un 4,9. A todos vosotros. Fuck you por igual. Ojalá, de veras, encontréis la paz que habéis perdido por el camino, que habéis olvidado en algún recóndito lugar de vuestras memorias. No lo intentéis, no tenéis ni idea de lo fuertes que pueden llegar a ser las personas, lo peor que podéis hacer es subestimar al que creéis inferior, ya que quizá os sorprendan. Aunque debo reconocer que una cosa sí tengo que agradeceros personalmente, me habéis enseñado cómo no quiero ser, y eso es a veces más importante que buscarte a ti mismo. 
En segundo lugar, me gustaría dar las gracias. Es de bien nacidos ser agradecidos, si lo dicen todas las madres del mundo, que saben más que todos nosotros, por algo será. Así es que quiero dar gracias por toda esa gente que ama tanto la vida que acaba convirtiéndose en vida, a todos los que un día os disteis cuenta de que podéis hacer brillar el sol en un día nublado, y que vuestro propio mundo es más grande de lo que jamás (casi) nadie sabrá. Gracias a la gente cuyo cariño y ternura es pura poesía, por esa bondad que carece del lado malo de las cosas. Por la inocencia, por las ilusiones no mancilladas. Gracias a todos los que creéis en la magia, por hacer fantástico el mundo real, por demostrarnos que lo que creemos irreal es a veces más tangible que lo material. Gracias por las líneas rápidas de cada te quiero, porque sois los que movéis el mundo, los que sentís la pasión más allá de una simple palabra para hacerte sentir mejor. Gracias a los que no dejáis de aprender, a los que amáis el conocimiento, el saber por saber, sin necesidad de escupírselo a otros ni de regocijo, solo porque te hace sentir vivo. Gracias a la gente que está loca, sois los mejores. Si alguna vez os han dicho: “Tío, se te va la olla”, eso es bueno. Gracias a todos los libros que me ayudaron a crecer, que me enseñaron más que algunas personas, que me permitieron saborear cada palabra regalándome tesoros que jamás podrá darme toda mi formación educativa. Porque eso también es educación.
Gracias, finalmente, a todos los que buscamos cada día conseguir una pizca más de vida que antes no teníamos, atesorándola como si fuese única, y es que sabemos que en realidad es el propio tiempo el que nos regala, y no el que nos quita. Gracias.