viernes, 3 de junio de 2016

Testamento antes de vivir.

Cuando llegue el final de mi vida, que espero coincida con mi muerte,- pues estar muerto en vida es de las peores cosas que te pueden suceder- quiero dejar asuntos zanjados con este mundo. Quizá los veintiún años no sean una buena edad para hacer un testamento recopilatorio de recuerdos y sueños, pero quién dice qué es lo correcto y qué no salvo nuestra propia moralidad. Así que mi cuerpo me lo ha pedido ahora, simple y llanamente. Antes de nada me gustaría hacer un llamamiento especial a todos los amargados, embusteros, personas “mucho ruido y pocas nueces”, a toda esa gente que pisotea los buenos momentos, a los envidiosos, a los que no saben disfrutar su propia vida aun teniendo más de lo que son capaces de ver, a los que solo saben quejarse sin nunca sonreír, a los que no se permiten soltar una enorme carcajada al mundo. Y sí, sobre todo a los que suspendéis con un 4,9. A todos vosotros. Fuck you por igual. Ojalá, de veras, encontréis la paz que habéis perdido por el camino, que habéis olvidado en algún recóndito lugar de vuestras memorias. No lo intentéis, no tenéis ni idea de lo fuertes que pueden llegar a ser las personas, lo peor que podéis hacer es subestimar al que creéis inferior, ya que quizá os sorprendan. Aunque debo reconocer que una cosa sí tengo que agradeceros personalmente, me habéis enseñado cómo no quiero ser, y eso es a veces más importante que buscarte a ti mismo. 
En segundo lugar, me gustaría dar las gracias. Es de bien nacidos ser agradecidos, si lo dicen todas las madres del mundo, que saben más que todos nosotros, por algo será. Así es que quiero dar gracias por toda esa gente que ama tanto la vida que acaba convirtiéndose en vida, a todos los que un día os disteis cuenta de que podéis hacer brillar el sol en un día nublado, y que vuestro propio mundo es más grande de lo que jamás (casi) nadie sabrá. Gracias a la gente cuyo cariño y ternura es pura poesía, por esa bondad que carece del lado malo de las cosas. Por la inocencia, por las ilusiones no mancilladas. Gracias a todos los que creéis en la magia, por hacer fantástico el mundo real, por demostrarnos que lo que creemos irreal es a veces más tangible que lo material. Gracias por las líneas rápidas de cada te quiero, porque sois los que movéis el mundo, los que sentís la pasión más allá de una simple palabra para hacerte sentir mejor. Gracias a los que no dejáis de aprender, a los que amáis el conocimiento, el saber por saber, sin necesidad de escupírselo a otros ni de regocijo, solo porque te hace sentir vivo. Gracias a la gente que está loca, sois los mejores. Si alguna vez os han dicho: “Tío, se te va la olla”, eso es bueno. Gracias a todos los libros que me ayudaron a crecer, que me enseñaron más que algunas personas, que me permitieron saborear cada palabra regalándome tesoros que jamás podrá darme toda mi formación educativa. Porque eso también es educación.
Gracias, finalmente, a todos los que buscamos cada día conseguir una pizca más de vida que antes no teníamos, atesorándola como si fuese única, y es que sabemos que en realidad es el propio tiempo el que nos regala, y no el que nos quita. Gracias.

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