miércoles, 17 de diciembre de 2014

Change my mind.


Qué fácil resulta volver a las andadas, qué difícil se hace despertar. Puede que sigamos comportándonos como jóvenes adultos con corazones de niños, ilusionándonos ante cada detalle, y que todas nuestras miradas concentren el solo objetivo de quedar grabada nuestra imagen para siempre. Pero qué bien nos lo pasábamos, ¿eh? Recorriendo calles sin sentido, gritando como locos, derramando lágrimas de emoción. Cuánto te gustaba escuchar los silencios, y cuánto más me gustaba a mí romperlos. Todo se pega, luego cogiste el vicio de romper cosas, y mira. Y volveremos a escuchar la misma canción una y otra vez, desde puntos opuestos de la ciudad, hasta que el Play pierda su significado. Y volveremos a cruzar los pasos de cebra saltando sobre las partes blancas, a pisar los charcos, a oír el sonido de las hojas caídas crujiendo bajo nuestros pies, a sentir que parte de nosotros todavía no nos ha abandonado, a no hacer ni puto caso a nadie, a que nos estallen los pulmones de vivir. Quién nos entiende y quién nos entenderá, somos gente sin formato, sin devolución.Veremos nuestra propia alma partir, le daremos la espalda, quién necesita despedirse de alguien que no lo merece. Buscaremos nuevas aventuras, buenos recuerdos, compartiremos alguna que otra copa, derramaremos colores sobre lienzos mojados. Pero en el fondo lo sabemos, volveremos a vernos, implosionaremos en miles de pequeños trozos de cristal, y nos volveremos a encontrar el uno en el otro, porque hemos nacido para esto, porque moriremos por esto si hace falta, como moríamos entonces. Para nosotros, por nosotros, en nosotros. 



lunes, 8 de diciembre de 2014

Hoy, ayer y siempre.


Un mundo en el que nos dé pena por lo que fue, y por lo que pudo no haber sido. En ese mundo, ellos fueron dos coros mudos, dos especies en peligro de extinción, dos añorados sueños que cayeron en saco roto, dos cantautores que se quedaron en blanco. Ella se volvió más fuerte, él borró su cuenta nueva. Ella se iluminó, él perdió la locura. Rozaron el infinito con la punta de los dedos, hasta dar con la pregunta a su respuesta. Sintieron quedarse sin respiración a quilómetros de distancia. Se arrepintieron de haberse querido tanto. Se emocionaron con la magia de nuevos paisajes, y pensaron que vidas no hay ninguna si no podían estar junto al otro. Y se vieron reflejados en el vaivén de las olas. Demasiado orgullosos para llorar, demasiado orgullosos para decir nada, sin sentir ni dejar de hacerlo. En standby. Se olvidaron de volver a empezar, y rechazaron mil ofertas indecentes. No encontraron la tan ansiada aguja dentro del pajar, ni fueron capaces de invocar fuego y hielo para poder volver a sentirse. Decidieron separarse, decidieron existir cada uno por su lado, decidieron no volver a traspasar la barrera del sonido de un solo suspiro. Decidieron que lo último que querían oír era el sonido metálico de los engranajes del tren, y los raíles rugiendo, como sus encendidos corazones. Decidieron convertir la nostalgia en arte, y los errores en libros.
Él miró el correo aquella mañana, como cada día. Una arrugada carta se encontraba por encima de las demás, como dudando si quería o no destacar sobre el resto. Había conocido una vez a una chica que se comportaba de la misma manera. Y leyó: "te escribo a ti, porque nunca sé qué contarte. Te escribo a ti porque siempre fuiste y serás mi volcán en erupción, mis ganas de estrangularte y de amarte a la vez. Pero sobre todo, te escribo a ti, porque pase lo que pase, hoy, ayer y siempre, serás el final feliz que nunca me escribiste."
You and me - Roseave