domingo, 23 de junio de 2013

Capítulo I


Dijeron que siempre fue una persona extraña, que no le gustaba mucho la gente, y que ya de pequeña no frecuentaba buenas compañías. Nunca estaba de acuerdo con nada, y siempre encontraba alguna objeción a todo, era muy perfeccionista. Podía pasarse una hora entera contemplando el mismo paisaje y, una vez acababa, siempre se iba con una sonrisa de satisfacción en los labios, como si hubiera descubierto algo maravilloso. Era terriblemente observadora. En cuanto tuvo edad suficiente, muchos hombres en el pueblo se fascinaron por su belleza y, a pesar de que algunos intentaron cortejarla, al final todos se acabaron resignando, alegando que era insoportable. Lo que le pasaba es que no era como todo el mundo, y eso es lo que ellos buscaban: una chica más para añadir a su lista. Ella no era así. Nunca se daba por vencida, jamás la vi rendirse. Por supuesto, a mi madre no le agradaba en absoluto que yo anduviese con ella, decía que era malo para nuestra reputación. Al principio trataba de amenazarme con todo lo que se le ocurría, incluso llegó a sugerir que me desheredaría. Al final, al ver que ninguna de sus artimañas daba resultado, se dio por vencida y, a pesar de que seguía sin aprobar mi conducta, me dejó por imposible y hacía la vista gorda. A ella le gustaba mucho leer y aprender, pero siempre por su cuenta. Odiaba las normas, solía decir que era una estupidez hacer seguir a la gente un patrón común cuando cada uno de nosotros somos diferentes. Yo no estaba de acuerdo con ella, siempre sostuve que todos necesitamos una guía de la que partir, algo que garantizase un comportamiento correcto. Ella decía que la gente mala actuaría igual de mal con normas o sin ellas, y lo contrario pasaba con la gente buena.

Durante su infancia y juventud cambió tres veces de colegio, y cuando tuvo edad suficiente la metieron en un internado. Se escapó a las tres semanas. Ella no era una de esas personas a las que podías encerrar como si fuesen pajarillos, porque sabías que tarde o temprano iba a echar a volar, y dado lo mucho que aborrecía perder el tiempo, yo diría que en este caso fue más temprano que tarde. Por eso no me sorprendí cuando me dijeron que se había ido del pueblo, y no dudé de que sería para siempre. Lo llevaba sospechando desde hacía meses. Es más, lo que verdaderamente me extrañó fue la tardanza de su partida, parecía que la estuviera demorando por algún motivo, y eso no era propio de ella. Le gustaban mucho las adivinanzas y los acertijos, era una chica muy inteligente, más de lo que la gente se pensaba. Era también muy callada y reservada, no le gustaba hablar de su pasado, ni de dónde había llegado o qué había venido a hacer. Una vez intenté sacarle el tema, pero ella, al ver mis intenciones, simplemente se dio media vuelta y se fue. La seguí un buen rato, pero ella se negaba a hablarme. Al día siguiente me presenté en la entrada de su casa y le pedí disculpas, preguntándole si aún seguía enfadada por mi comportamiento del día anterior. Ella me respondió que nunca había estado enfadada, sino que simplemente no le había parecido un tema interesante del que hablar, de modo que empezó a aburrirse y se fue. Me dijo que aquel día no había tenido nada provechoso que aportar. Yo me enfadé y le grité que cuando hablaba conmigo siempre parecía estar esperando sacar algún beneficio. Ella me contestó que todos teníamos algo que aportar a las personas con la que compartíamos nuestras vidas, y que ese día era ella misma la que no se sentía capaz de ofrecerme nada a cambio de ese enfado tan hermoso. Dicho eso, se encogió de hombros y cerró la puerta. Yo me quedé boquiabierto. No sabía cómo lo hacía, pero siempre conseguía sorprenderme. Al día siguiente estaba como siempre, y decidí no comentarle el tema. Nunca más volvimos a haber de ello. 

 A pesar de su comportamiento desconcertante, tenía una risa muy fácil, y a mí me encantaba oírla, así que supongo que por eso trataba de hacer más bromas de las necesarias a veces. Supongo que fui el único amigo que tuvo en el pueblo, y al final la gente se acabó acostumbrando. A veces todavía solían recriminarme el modo en qué, según ellos, me había echado a perder juntándome con esa golfa, pero a mí no me importaba en absoluto lo que opinasen, no debía hacerlo si quería continuar siendo su amigo.  Y créanme, era lo que más deseaba en el mundo.

 Era una chica realmente especial esa Mary Jane. Pero hoy no estoy aquí solo para contarles cómo era ella o lo mucho que significó para mí, sino cómo acabó en la cárcel con un cargo de asesinato a sus espaldas.







domingo, 9 de junio de 2013

Mejorar.



¿Sabes? Al final perdí la voz. Tanto tiempo buscando las palabras adecuadas, o el momento oportuno, preocupándome por detalles sin tener en cuenta la verdadera esencia del asunto. No sé cómo no me había fijado , pero por mucho que me repita las mismas cosas tengo la sensación de que no me hago caso ni a mí misma. Y mira que me lo han dicho cientos de veces. Mi madre siempre dijo que fui muy terca, yo creo que debido a que la mayoría de las veces lo que yo quiero no se corresponde con lo que es mejor para mí. Es extraño esto de tener sentimientos encontrados. Una de las cosas que establecen los principios de la psicología es que no se pueden tener sentimientos opuestos al mismo tiempo. Disiento. Yo sí creo en el amor-odio. Por un lado tienes ganas de que se marche, pero por el otro no te ves con fuerzas para perderlo. Y eso jode, entonces es cuando entras de nuevo en ese círculo vicioso de tu propia integridad física por un lado, tus objetivos por el otro. Sólo tengo una cosa clara, y es que te quiero. Te quiero besar, te quiero gritar, te quiero dormido, te quiero borracho, te quiero abofetear, te quiero conocer, te quiero abrazar, te quiero sorprender, te quiero contar, te quiero ocultar, te quiero inventar, te quiero a escondidas, a las claras y a las oscuras, te quiero, o no.