miércoles, 16 de abril de 2014

O todo non sería todo se non houbese nada.


E doulle mil berros á vida, pero non me entende. E é normal, porque nin tan sequera eu me entendo. Fico tralo teu andar agarimoso de néboas e noites estreladas. Créome defensora de causas perdidas e amante de libros afogados, abandonados. Sinto que necesito folgos, e logo ven o teu sorriso, sempre preciso. Pequeno vagalume, onde alumarás, en qué vida, a qué soños, en qué tempos. E non sei se é que non te decatas, ou que simplemente es un preguiceiro, pero que saibas que a miña alma parece adormecida ata que vexo esa expresión na túa mirada. E despois volvo dubidar, apreta o medo, e coma unha andoriña voan as miñas cavilacións, ben arriba, indo a ningures. Sobrepasando nubes de tormenta, subestimando cada pinga de auga, abrazando ao vento e gañando carreiras á lúa, beliscando ao sol. Non tiña nin idea de que se podía sentir cun corazón de pedra, non sabía que aos que somos fríos de mente e trémulos, tolos de espírito, tamén nos pode queimar a mágoa. Que se pode sentir todo, sen sentir absolutamente nada. 

E é que ás veces peco de invencible.


jueves, 10 de abril de 2014

Déjalo ser.

Me gusta abrazarte, y poder oír el tic tac de tu corazón durante unos segundos. También me gustan el chocolate y los días de lluvia. Y la rutina del tren, que recorre más vidas que cualquier libro, con sus complicados engranajes y sus paradas y sus aullidos. O ver otra vez el puente de Rande aparecer, y volver a sentirme en casa. Contemplar la inmensidad del mar y verte a ti misma reflejada entre sus olas. Perderte después en el océano de tus propios miedos, a veces. Contemplar lo sencillo y desentrañar lo difícil. Sueña Dylan en tus oídos, sin ser errata. Suena la almohada cuando retumban los latidos de tu alma. Y así, sin más pero también sin menos, escuchas y luego sientes, o sientes y luego escuchas, que es lo más probable. Pasan por tu mente palabras demasiado cerca, rozando puntos intocables. Pero lo cierto es que somos muy tocables, si no pregúntale a sus labios, a sus manos, a su risa. Esa compleja máquina que no cesa, ese reloj que se hace llamar corazón, y que, imantado, se guía según sus propios puntos cardinales. Ese carácter cambiante y sus pasajeros efectos. Esa voz, que no falla. Todo eso, todo eso.