miércoles, 17 de diciembre de 2014

Change my mind.


Qué fácil resulta volver a las andadas, qué difícil se hace despertar. Puede que sigamos comportándonos como jóvenes adultos con corazones de niños, ilusionándonos ante cada detalle, y que todas nuestras miradas concentren el solo objetivo de quedar grabada nuestra imagen para siempre. Pero qué bien nos lo pasábamos, ¿eh? Recorriendo calles sin sentido, gritando como locos, derramando lágrimas de emoción. Cuánto te gustaba escuchar los silencios, y cuánto más me gustaba a mí romperlos. Todo se pega, luego cogiste el vicio de romper cosas, y mira. Y volveremos a escuchar la misma canción una y otra vez, desde puntos opuestos de la ciudad, hasta que el Play pierda su significado. Y volveremos a cruzar los pasos de cebra saltando sobre las partes blancas, a pisar los charcos, a oír el sonido de las hojas caídas crujiendo bajo nuestros pies, a sentir que parte de nosotros todavía no nos ha abandonado, a no hacer ni puto caso a nadie, a que nos estallen los pulmones de vivir. Quién nos entiende y quién nos entenderá, somos gente sin formato, sin devolución.Veremos nuestra propia alma partir, le daremos la espalda, quién necesita despedirse de alguien que no lo merece. Buscaremos nuevas aventuras, buenos recuerdos, compartiremos alguna que otra copa, derramaremos colores sobre lienzos mojados. Pero en el fondo lo sabemos, volveremos a vernos, implosionaremos en miles de pequeños trozos de cristal, y nos volveremos a encontrar el uno en el otro, porque hemos nacido para esto, porque moriremos por esto si hace falta, como moríamos entonces. Para nosotros, por nosotros, en nosotros. 



lunes, 8 de diciembre de 2014

Hoy, ayer y siempre.


Un mundo en el que nos dé pena por lo que fue, y por lo que pudo no haber sido. En ese mundo, ellos fueron dos coros mudos, dos especies en peligro de extinción, dos añorados sueños que cayeron en saco roto, dos cantautores que se quedaron en blanco. Ella se volvió más fuerte, él borró su cuenta nueva. Ella se iluminó, él perdió la locura. Rozaron el infinito con la punta de los dedos, hasta dar con la pregunta a su respuesta. Sintieron quedarse sin respiración a quilómetros de distancia. Se arrepintieron de haberse querido tanto. Se emocionaron con la magia de nuevos paisajes, y pensaron que vidas no hay ninguna si no podían estar junto al otro. Y se vieron reflejados en el vaivén de las olas. Demasiado orgullosos para llorar, demasiado orgullosos para decir nada, sin sentir ni dejar de hacerlo. En standby. Se olvidaron de volver a empezar, y rechazaron mil ofertas indecentes. No encontraron la tan ansiada aguja dentro del pajar, ni fueron capaces de invocar fuego y hielo para poder volver a sentirse. Decidieron separarse, decidieron existir cada uno por su lado, decidieron no volver a traspasar la barrera del sonido de un solo suspiro. Decidieron que lo último que querían oír era el sonido metálico de los engranajes del tren, y los raíles rugiendo, como sus encendidos corazones. Decidieron convertir la nostalgia en arte, y los errores en libros.
Él miró el correo aquella mañana, como cada día. Una arrugada carta se encontraba por encima de las demás, como dudando si quería o no destacar sobre el resto. Había conocido una vez a una chica que se comportaba de la misma manera. Y leyó: "te escribo a ti, porque nunca sé qué contarte. Te escribo a ti porque siempre fuiste y serás mi volcán en erupción, mis ganas de estrangularte y de amarte a la vez. Pero sobre todo, te escribo a ti, porque pase lo que pase, hoy, ayer y siempre, serás el final feliz que nunca me escribiste."
You and me - Roseave


domingo, 9 de noviembre de 2014

Haciendo historia.

Caminaban juntos a lo largo de las mojadas calles, sin rozarse siquiera, pero sintiendo la electricidad que emanaba de sus cuerpos, la conexión intangible entre ambos. A través de las empedradas paredes, oían los susurros de miles de años de sabiduría, que hacían retumbar sus jóvenes corazones a cada paso que daban. Ambos estaban emocionados, ambos con esa necesidad de tocarse, de sentirse, de saberse arrullado por los brazos del otro, de convertirse en uno solo. Estaban ateridos de frío, podían notar cómo la ropa se les pegaba a la piel, el frío viento golpeando sus rostros sin piedad, el cabello revuelto. Y ese brillo en sus ojos, ese que no les quitaba nadie. Se imaginaron mil situaciones distintas en una milésima de segundo, se imaginaron en medio de un desierto lleno de gente, en una gran y extraña paradoja, en un desliz mental. De repente, comenzó a llover. Las finas y heladas gotas de lluvia se colaron entre la ropa de ella, y sintió descender un pedazo de alma de una nube pasajera por su desnuda espalda, gris como la tormenta de su interior, rápida como sus manos. Se miraron y sus pieles se erizaron. Ella sonrió como si se sintiera segura. Él le dedicó una mirada de estremecimiento. Otra gota se posó sobre los labios del joven, solitaria y transparente, adecuada para ese momento, perdida entre hermanas gemelas que siguieron su ejemplo. Cada vez llovía con más fuerza, las ropas húmedas, el pelo pegado, la risa desprendiéndose de sus bocas, los pies que bailaban, la gente que miraba, su indiferencia ante el mundo, sus manos volando, los ojos al galope en el cuerpo del otro. Y llegó, y se cogieron de las manos, y empezaron a dar vueltas, y echaron carreras, pisando charcos, comiéndose la ciudad, viviendo, sintiéndose plenos. Pararon en su último aliento, oyendo sus agitadas respiraciones, observando sus exhalaciones juntarse en un enredado lazo en medio de los dos, cuerpos firmes separados solo por la intensa lluvia, por pequeñas formas de agua fantasmagórica. Y se regalaron ese momento, compartieron ese aliento tan especial en ese preciso segundo, decidieron convertir un mal día en un instante mágico, en algo tan maravilloso que escapaba a la razón, en algo que solo ellos eran capaces de comprender y nadie más podría guardar. Nunca unos ojos volvieron a observar nada igual, fue como un llanto de alegría, como tocar frenéticamente tu canción favorita, como la profundidad del océano, como la sonrisa de la Mona Lisa, como una puesta de sol o una noche de verano. Fue incomparable. Fue eterno. Fue suyo y de nadie más. Y se podría decir que fue algo grabado a fuego, que aquellos dos insignificantes individuos, con sus comunes vidas, con sus banales nombres que nada significaban en los libros, con sus fallos y sus defectos, como simples criaturas, hicieron historia. 



viernes, 31 de octubre de 2014

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"QUÉ solos estamos. Y vale, sí: encuentras gente con la que compartir una larga conversación junto al radiador, un paseo bajo la lluvia, impresiones acerca de la última película de ese director surcoreano de nombre impronunciable, confidencias, un porrete, un helado de vainilla, la vida entera. Pero en serio: qué solos estamos."

lunes, 27 de octubre de 2014

Silencioso ruido.


Volvía a oír los pitidos de los coches, los gritos de los niños y los ladridos de los perros. Olía la gasolina, los mil y un perfumes de las chicas que pasaban por su lado, siempre corriendo, esperando llegar a alguna parte que parecía importante para ellas, para sus vidas. Recibiendo luces, sonrisas, colores, miradas. A nadie se lo decía, pero la vida en una ciudad tan caótica la agobiaba y a la vez la tranquilizaba. Era una especie de sinrazón, de estúpida paradoja. Quizá es que estaba acostumbrada a hallar las respuestas entre tanto desorden. Al menos, antes de que las preguntas la destrozasen. Le ponía la piel de gallina pensar, o tal vez fuera la canción de Andrés Suárez que atronaba sus oídos. Cuando ponía la música tan alta esperaba aturdir todos sus sentidos, pero rara vez lo conseguía. No puedes huir de ti misma. No puedes dejar de ser quién eres, ni de sentir lo que sientes, ni de guardar lo que guardas. Pero puedes volar sin alas, puedes quemarte en el infierno y no arder. Ligeras y agudas manos bastan para eso. Y dejar en un solo suspiro todo tu ser. Y entregar parte de tu alma en una caricia, en un beso, incluso en una sonrisa. Desarmar a grandes rasgos. Escribir hasta que tus dedos sangren, Dar tu último aliento en una carrera. Sentir tus huesos estremecerse en un abrazo, porque para quebrarse ya está mi voz. Herir con la suavidad de una pluma, con la sutileza de una bala. O que tus sueños supliquen un "me rindo" si es con él. 


domingo, 28 de septiembre de 2014

A veces.

Le habían dicho que las historias empezaban en el antes, pero a ella le gustaba demasiado el después. Y el después se basaba en la teoría de las siete vidas. La real, la equivocada, la perfecta, la de papel, la feliz, la amarga y la del sexo. Era entonces cuando se daba cuenta de que a veces los gatos resultaban mejor compañía que las personas. De que a veces los mejores consejos se hallaban dentro de ella, y no provenían de otro. De que a veces le costaba respirar, pero a veces también se vivía bien, y a veces se paraba el tiempo. Conteniendo el aliento, esperando su siguiente paso con ojos asustados. A veces conseguía matar la rabia, y no esperar a la cola. A veces quería cantar tan alto que se quedase afónica en una sola canción. Su canción. A veces quería matar muriendo. Pero eso, sólo a veces. 


lunes, 22 de septiembre de 2014

Reinventar.


Hay partes del cuerpo que hablan por sí solas. Hay gestos que lo expresan todo, y silencios que dicen más que mil palabras. Hay días, hay noches y es cierto eso que dicen de que cada uno tiene sus momentos. Al final he llegado a la conclusión de que estoy hecha para levantarme, para vivir, y para sonreír joder, que nunca decaiga un "tú sigue intentando". De nada sirve lamentarse por algo que no fue, por cosas que ya no podemos arreglar, por momentos que ya no van a cambiar. Quizá buscamos la fiesta sin darnos cuenta de que nosotros mismos somos la fiesta. Quizá le damos mil vueltas a cosas demasiado simples. Incluso puede que nos pasemos día y noche intentando encontrar la fórmula para ser feliz, sin éxito. Y la verdad es que no me extraña, somos tan tercos que no nos damos cuenta de que creamos nuestra propia felicidad, de que podemos tenerla delante de nuestras narices en cualquier momento, sólo con desearlo. Es tan sencillo como eso. Y a partir de ahora, quiero que te levantes y pienses: "Hoy voy a comerme el mundo." Porque sí, porque puedes. Y me da igual lo cansado que estés, lo aburrido, que te parezca que todo es una mierda, porque vas a salir de esta, seguro que has sobrevivido a muchas peores. Así podrás acompañarme, ten por seguro que yo voy a hacer lo mismo. Porque lo que importa es encontrarse a uno mismo, aunque a veces parezca imposible y te sientas totalmente fuera de lugar. Lo bueno pasa, pero lo malo también. Y cuando todo vuelve a girar en su órbita, cuando por fin tenemos las cosas claras, cuando vamos con la verdad por delante, es entonces cuando respiras hondo y vuelves a ser tú.



lunes, 1 de septiembre de 2014

Nunca nadie.

"Lo siento". En realidad no lo siente, te mira con una mezcla de pena y compasión sin saber lo que está sucediendo en tu cabeza. "Si necesitáis cualquier cosa, lo que sea, no dudéis en llamarnos". Simples formalismos, lo dicen por quedar bien, porque es lo que se hace en esos casos, ¿no? Solo esperan no tener que atender nunca esa llamada. "Te entiendo". No, no me entiendes, no te molestes en mentir acerca de obviedades. "Estamos contigo". Por supuesto, alguien a quién acabo de conocer, al que hago esfuerzos por asociar su nombre a la cara correcta,  por discernir qué relación tiene conmigo, si es que siquiera existe alguna, viene a decirme que está conmigo. Besos, abrazos y lágrimas de gente fuera de lugar, como si fueran personajes de una sátira, sacados de un burdo circo sin gracia. Hipocresía. Falsa modestia. Llamar la atención. Pero nadie me dice que me lo van a devolver. Nadie me promete que no se ha ido, que en el fondo está todo bien, que todavía no lo eche de menos. Nadie jura que mañana podré volver a verlo. Y eso es lo único que necesito en ese momento. Pero nadie jamás podrá darnos eso a las puertas de un cementerio.





domingo, 17 de agosto de 2014

Miriam.


Cómo se nota que ya no cree en el amor, lo ha dejado, "es como el tabaco" dice, "te va matando poco a poco". Pero dolía más volver. Ya no siente nada. Y le importa una mierda. Un corazón a prueba de balas es lo que necesita. Buscar el calor de otros brazos, sonrisas nuevas. La gente le dice que tiene que hacer esto o lo otro. Qué sabrá la gente. Ella repite siempre la misma canción en su reproductor, con la convicción de que falle de repente una nota, pero no, siempre igual, siempre igual. Menos mal que el mar sigue ahí con su olor a sal. Tiene cara de no haber roto un plato en su vida, pero en el fondo sabe que es una de esas personas a las que ya no les queda más vajilla. Mentiría si dijera que está harta de luchar. De lo que se cansó fue de ella misma. A veces no se soporta. Miradas cómplices en una noche cualquiera. Otra copa. La música retumba en sus oídos. Ya nada la llena. El chico que la mira no la convence, es uno del montón. Son como fotocopias. Parece guapo. Se le nota el interés. Ella se acuerda de otro chico que estremecía todas las fibras de su cuerpo. "Fuera", se regaña, "no vuelvas". Se deja engatusar, corresponde a la sonrisa del desconocido. Qué más da si no son sus labios. Qué más da si este chico es menos complicado, más guapo, más listo, mejor persona. No es él. Y no siente. Y le da igual. 

P.D.: Y os creéis que todo es fácil, y seguís confiando en las casualidades.

Miriam - Estopa

martes, 12 de agosto de 2014

Ser o estar.



Soy de esas personas que confunde el ser fuerte con encerrarse en sí misma. Que pretende hacerlo todo sin ayuda, y que entiende que si paga él, a la siguiente invitas tú. Que le gusta la igualdad y no soporta las medias tintas. O blanco o negro. Pero a mí déjamelo claro. Me olvido de que la gente no es así, y reviste de brumas sus palabras. Cómo lo odio. Le doy tantas vueltas a las cosas que al final ellas mismas ya se han acostumbrado a mi presencia. Soy pesada. Si quiero saber algo insisto hasta que me lo cuentes, me gusta demasiado salirme con la mía. Y cuando encuentro a alguien que no me lo pone tan fácil me desespero. Pero es una desesperación bonita. Y me gustan las cosas bonitas, la belleza porque sí, el arte, la armonía. Es paradójico, porque a veces se me ocurre echar un vistazo a mi interior y sólo encuentro caos y preguntas sin respuesta. Y me agobio. Es entonces cuando pienso: "ya va tocando". Y escribo. Borro, tacho, dibujo flechas, asteriscos. No me conformo. Cambio cosas. Me gustan los cambios. Incluso cuando tengo que seguir una rutina soy de esas personas que no va por el mismo camino, me aburro fácilmente. Pero mis cambios no siempre vienen del exterior. A veces se me da por ser impulsiva. Tengo bastantes miedos. A las arañas, a los payasos, y sobre todo al futuro. Pero como también es un miedo bonito, no se lleva mal. Impuntual, soy la típica que llega siempre cinco minutos tarde. Dicen que soy responsable. A veces pienso en la muerte. No sé si es un tema bastante común, no lo hablo con nadie, quizá todos nos sintamos oprimidos preguntándonos qué será de nosotros cuando ya no estemos y sin embargo no lo sepamos. Y ya que estamos, no creo en Dios. Adoro el pelo largo porque me siento más protegida, y porque me gusta la sensación que produce el viento cuando me lo alborota. Estoy enamorada de los libros, la música y el mar. Todavía no sé si de él también. Eso ya se verá. Pero me cuesta confiar en la gente, respeto mi interior y mi intimidad. Creo que es tan importante que no quiero que cualquiera lo vea. Egocentrismo. Tal vez. No me considero compleja, igual complicada sí, pero no compleja. Creo que nunca me he sentido completa, siempre hay algo que me falta. Aunque eso no es malo, me gusta esa sensación. Así puedo seguir buscando. Soy cobarde y no me importa admitirlo, aunque debería cambiarlo. Atrevida no es una palabra que entre en mi vocabulario. Me gusta esa zona segura que roza el peligro pero no entra. Aunque a veces cometo un desliz y lo traspaso, claro. Espero, me limito a esperar. No obstante, me gustan las aventuras, como ya he dicho, necesito cambios. Me despisto, mucho. Soy de esas personas que necesitan llevar la mano como si fuese un cuadro de arte abstracto para acordarme hasta de poner a hacer la comida. Nací con el don de perderme hasta dentro de mí misma. Tengo cierta facilidad para encontrar sinónimos de todo, adoro las palabras. La gente dice que soy introvertida, y yo estoy de acuerdo con la gente. No me gusta que las personas hablen cuando el silencio es más bonito. Porque hay veces que se habla de cosas banales pero es hermoso. No sabría explicarlo. Me gustan mucho las sonrisas. También el sabor de las lágrimas (literalmente). No soy nada expresiva, pero si alguien me cae mal, me cae mal y punto. Y se nota. Tengo un tic nervioso en el pie, cuando estoy sentada no puedo parar de moverlo, acabo poniendo nerviosos al resto. Soy terca como una mula y de ideas fijas. Cabezota y borde. Insegura, soy terriblemente insegura, lo cual hace que dude sobre muchas cosas. Eso sí, cuando tomo una decisión, esta se queda. Nunca me he declarado a nadie, tengo un miedo horroroso al rechazo. Reconozco que es una posición cómoda, y que he perdido oportunidades de esas que sólo pasan una vez en la vida por no arriesgar. Espero cambiarlo pronto. Me lo reprocho a menudo. Ahí entran de nuevo los miedos y la cobardía. Al final todo va unido. El inicio enlaza con el fin casi sin darte cuenta. El fin. La muerte. Y es ley de vida, las personas, las historias, las tabletas de chocolate, todo se acaba. Hasta los absurdos textos sobre uno mismo se acaban. 

Algunos os preguntaréis por qué escribo esto si pienso que es absurdo. Pues porque hay algo más que debería deciros acerca de mí: me gustan las cosas absurdas. Si tiene sentido, no es tan divertido. 







R.I.P. Robin Williams.








Os mentiría si dijera que soy y siempre fui una gran fan de este actor, que he visto todas sus películas, o que todas me han parecido buenas. Tampoco sería cierto si os dijera que mi vida no va a seguir girando igual que lo hacía antes, o que ha cambiado en algo. Para nada, no estoy tratando de mitificar a nadie. Lo que sí es verdad es que quisiera dedicar unas palabras a alguien que a mí me parece un buen actor, que ha dicho frases que me han marcado, y participado en dos de mis películas preferidas. Creo que el séptimo arte ha perdido a un importante representante, y eso sí me apena, era relativamente joven y todavía tenía papeles y más películas por delante, a mi parecer. Sin más que añadir, sólo mostrar algunos fragmentos de discursos, de frases, que han dejado huella en mí, que me han hecho aprender, y que no necesitan presentación: hablan por sí solos.




El club de los poetas muertos (1989)

“No olviden que a pesar de todo lo que les digan, las palabras y las ideas pueden cambiar el mundo (...). Les contaré un secreto: no leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana; y la raza humana está llena de pasión. La medicina, el derecho, el comercio, la ingeniería, son carreras nobles y necesarias para dignificar la vida humana. Pero la poesía, la belleza, el romanticismo, el amor son cosas que nos mantienen vivos." 



“Todos necesitamos ser aceptados, pero deben entender que sus convicciones son suyas, les pertenecen (...) aunque toda la manada diga: ¡no está bien! Robert Frost dijo: Dos caminos divergen en un bosque, y yo tomé el menos transitado de los dos, y aquello fue lo que cambió todo. Quiero que encuentren su propio camino.” 





El rey pescador (1991) 


"La historia del Rey Pescador comienza cuando, siendo niño, el rey tiene que pasar una noche solo en el bosque para demostrar su valor y poder convertirse en rey. Mientras pasa la noche solo le sorprende una visión sagrada: en la hoguera se le aparece el Santo Grial, símbolo de la gracia divina de Todopoderoso, y una voz le dice al niño: "Tú custodiarás el Grial para que pueda curar el corazón de los hombres". Pero el muchacho quedó cegado por la visión más impresionante de una vida llena de poder, gloria y belleza. Y en un estado de inmenso asombro se sintió no como un niño, sino invencible. Como Dios. Se acercó a la hoguera para coger el Grial y el Grial desapareció, quedando su mano en el fuego que le produjo grandes quemaduras. A medida que el niño crecía, la herida se hacía más profunda, hasta que un día la vida perdió aliciente para él, ya no tenía fe en los hombres ni en sí mismo. No podía amar ni ser amado. Estaba hastiado por sus experiencias y empezó a morirse. Cierto día, un tonto entró en el castillo y encontró solo al rey. Y al ser tonto era un ingenuo y no vio que era el rey. Sólo vio a un hombre a solas, lleno de dolor, y le preguntó al rey: "¿Qué te aflige, amigo?". Y el rey le respondió: "Estoy sediento. Dame agua para refrescar mi garganta". Y el tonto cogió una copa que estaba junto a su lecho, lo llenó de agua y se lo dio al rey. Y cuando el rey comenzó a beber se apercibió que la herida estaba curada. Miró a sus manos y allí estaba el Santo Grial que había buscado durante toda su vida. Se volvió hacia el tonto y le dijo: "¿Cómo has encontrado tú lo que mis más valientes hombre no han podido?". Y el tonto respondió: "No lo sé. Sólo sé que tú tenías sed"".


El indomable Will Hunting (1997)


"Eres un crío y en realidad no tienes ni idea de lo que hablas. Es normal, nunca has salido de Boston. Si te pregunto por Miguel Ángel lo sabes todo: vida y obra, aspiraciones políticas, su amistad con el Papa, su orientación sexual... lo que haga falta. Pero tú no puedes decirme cómo huele la Capilla Sixtina. Nunca has estado allí y has contemplado ese hermoso techo. No lo has visto. Si te pregunto por las mujeres, supongo que me harás una lista de tus favoritas. Puede que hayas echado unos cuantos polvos. Pero no puedes decirme qué se siente cuando te despiertas junto a una mujer y te invade la felicidad. Eres duro. Si te pregunto por la guerra me citarás algo de Shakespeare: "De nuevo en la brecha amigos míos". Pero no has estado en ninguna. Nunca has sostenido a tu amigo entre tus brazos esperando tu ayuda mientras exhala su último suspiro. Si te pregunto por el amor me citarás un soneto. Pero nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable. Ni te has visto reflejado en sus ojos. No has pensado que Dios ha puesto un ángel en la Tierra para ti para que te rescate de los pozos del infierno, ni qué se siente al ser su ángel. Al darle tu amor, darlo todo. No sabes lo que es dormir en un hospital dos meses porque los médicos vieron que el término horario de visitas no va contigo. No sabes lo que significa perder a alguien. Solo lo sabrás cuando ames a alguien más que a ti mismo. Dudo que te hayas atrevido a amar de ese modo. Te miro y no veo a un hombre inteligente. Veo a un chaval creído y cagado de miedo. Eres un genio Will, eso nadie lo niega. Nadie puede comprender lo que pasa en tu interior. En cambio piensas que sabes todo sobre mí porque viste un cuadro y rajaste mi puta vida de arriba abajo. Eres huérfano, ¿verdad? ¿Crees que sé cómo ha sido tu vida, quién eres por haber leído Oliver Twist?, ¿un libro basta para definirte? Personalmente eso me importa una mierda, porque no puedo aprender nada de ti de un maldito libro. Pero si quieres hablar de ti, de quién eres... estaré fascinado. A eso me apunto pero no quieres hacerlo, te aterroriza decir lo que sientes. Tú mueves chaval".

 "No eres perfecto amigo, y voy a ahorrarte el suspense, la chica que conociste tampoco es perfecta. Lo único que importa es si sois perfectos como pareja."

"La gente llama a estas cosas defectos, pero no lo son, son lo mejor."
 





Descansa en paz, oh capitán mi capitán.






sábado, 2 de agosto de 2014

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"En una ocasión oí comentar a un cliente habitual en la librería de mi padre que pocas cosas marcan tanto a un lector como el primer libro que se abre camino hasta su corazón. Aquellas primeras imágenes, el eco de esas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan toda la vida y esculpen un palacio en nuestra memoria al que, tarde o temprano- no importa cuántos libros leamos, cuántos mundos descubramos, cuánto aprendamos u olvidemos-, vamos a regresar. Para mí, esas páginas embrujadas siempre serán las que encontré entre los pasillos del Cementerio de los Libros Olvidados."


"El arte de pasar de todo"


Razones para que te guste esta película:

1. En algún momento de nuestras vidas todos nos hemos sentido (o nos sentiremos) al menos un poco identificados con uno de los protagonistas, o quizá con ambos. Yo personalmente me identifico más con George en algunos aspectos. ¿Y tú?

2. Las bromas que tienen entre ellos, sobre todo al principio. Son escenas tiernas pero sin llegar a ser empalagosas, y al mismo tiempo momentos o anécdotas tan típicas que resultan verosímiles, creíbles.

3. Las frases que varios de los personajes nos regalan a lo largo de la película, y que se pueden aplicar a varios ámbitos de nuestras vidas.

4. El hecho de introducir como temas secundarios la pintura o la muerte. Siempre me han gustado las artes, pero creo que cada adolescente debe tener una pasión artística en la que poder desarrollar su interior y que, con un poco de suerte, continúe en su edad adulta. En este caso fueron elegidos el dibujo y la pintura, como en otras películas es la música, la literatura o el propio cine. Por otra parte, las inquietudes de cada uno de los chicos remueven un poco nuestra cabecita, nos ayudan a pensar, quizá.

5. La terraza de Sally. A pesar de que solamente aparece en un momento concreto de la película, ese escenario me ha maravillado. Es un sitio bastante sencillo, con un par de mesas y sus respectivas sillas, pero me pareció un lugar apacible en el que, sin embargo, no ocurrió nada especialmente interesante ni trascendental para la película. Tal vez deberían haberlo explotado un poco más, para mi gusto. 

6. El abrigo de George. Se hacen varias alusiones a él durante la película, como si fuese ese "abrigo raro que siempre lleva el chico raro", y es que cierto es lo que dicen, porque casi nunca se lo quita. A mí, ya de por sí, me encantan ese tipo de abrigos, largos y de estilo sherlockiano, pero que además decidiesen ponérselo a un chico alto y desgarbado me pareció una de las mejores decisiones que pudieron tomar. 



En resumen, sin dejar de ser una película más bien bastante típica y de final predecible, tiene algo especial que, al menos a mí, no me ha dejado indiferente.




'We might be dead by tomorrow.'


Era un vacío incómodo. Ella lo sabía. Como sabía también que hay distintos tipos de vacíos, porque con el tiempo había aprendido a diferenciarlos. Le gustaban los tipos de cosas. De risas, de estabilidades, de silencios. En aquel momento se sentía como si estuviese dando el último aliento de una carrera, como si hubiese estado guardando todas sus fuerzas para ese momento y por fin lo diera todo en esos últimos metros. Y cuando llegase a la meta descubriese que estaba sola. Que había corrido junto a otros en el camino, pero que finalmente los había dejado atrás, porque estaba cansada de dejar pasar oportunidades. Sin embargo, la batalla más difícil todavía estaba por llegar, y era contra ella misma. Sabía que en un futuro recordaría aquel momento y se reiría de lo absurdo que había sido todo, de sus antiguas esperanzas, de sus banales preocupaciones. Sabía por experiencia que aquel momento era distinto y a la vez parecido a otro pasado ya vivido. Y no quería sufrir más. Ya no. No obstante, no podía quitarse de la cabeza aquella extraña nostalgia que cada día le susurraba un "vuelve" frente a un mar azul verdoso intenso. Un mar veraniego. El más puro y difícil de comprender. Además uno intenso. Le gustaban las cosas intensas. Recuerdo cuando estaba entre tu espalda y la pared, y los sonidos lo inundaban todo. Pero recuerdo más aún el suave tacto del mediodía en mi piel, el viento acariciando mi rostro, tu sonrisa despeinada. Recuerdo estar entre hojas de otoño y últimos ramalazos de alguna de esas noches sin sentido que, curiosamente, llenaban nuestras vidas más de la cuenta. Recuerdo empezar cartas y anécdotas que jamás terminé, para ti (y también para mí). Recuerdo más corazones perdidos que llamadas perdidas, esas siempre las acabas encontrando. Recuerdo saborear la vida bailando en tus ojos. Recuerdo que éramos héroes. 


miércoles, 16 de julio de 2014

De gatos y puertas.


El otro día me acordé de ti. Brillaste en mi memoria como esas fotos que sabes que tienes pero que no recuerdas, y que cuando las reencuentras te hacen mucha ilusión. Sí, reencuentras, porque nunca sabes las veces que ya las has encontrado antes, quizá de forma inconsciente, en tu memoria, que han vuelto a formar parte de ti. Ahora estoy aquí, escribiendo estas líneas sin mucha fe en mí misma y con Dylan sonando de fondo. Tú tenías los días contados, y yo recogía los momentos de melancolía que se te escapaban para arropar los míos. Te imagino poniendo los ojos en blanco, y permite a mis labios dibujar una sonrisa juguetona solo de pensarlo. He tenido la cabeza hueca, vacía, en todos los sentidos interpretables. No tenía tiempo. Una excusa como otra cualquiera. Ambos sabemos que en realidad no quería tener tiempo, porque el tiempo da qué pensar, y el pensar da puertas. Puertas cerradas, entradas y salidas, algunas asombrosas, otras no tanto. Abismos que parecían insuperables, llaves escondidas bajo alfombras de miedos. Quién sabe, tal vez algún día algún día nos atrevamos a cruzar esa puerta que lleva nuestro nombre, aunque solo sea por curiosidad. Ah. Maldita sea. Siempre acabo metiendo las narices donde no me llaman, improvisando; creo que nací para ser ese gato que debe fallar queriendo saber de más. Lo que no hacía el gato era aprender. Igual le faltó tiempo, como a mí. Pero no, ya he cerrado puertas, abierto otras, husmeado algunas y, desde luego, mandado construir varias que espero, sean tan increíbles como las que he dejado atrás. 

                              

                                                          Matar al cartero - Pereza.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Las cosas claras y el alcohol espeso.


Con el tiempo he aprendido que si hay algo peor que escribir para olvidar, es escribir para recordar. Simplemente hay historias gravadas en cada pensamiento que no tienen por qué volver a salir a flote. Pero lo peor, una vez más, no son las historias escritas, sino aquellas que quedaron por escribir. Y es que es como dormirte escuchando la lluvia golpear contra el cristal, por un lado sientes que quieres hacerlo, y por otro comprendes que el retumbar de cada gota es una nueva puñalada para ti misma. Pero sin duda, lo más grande y también lo más sincero, es eso que te sale de dentro a altas horas de la noche, cuando no consigues dormir, es eso que emana de lo más profundo de tu ser, y lo lees y lo vuelves a releer por millonésima vez y te preguntas cómo es posible profanar de esa manera una simple hoja de papel, cómo es que continúa en pie, casi esperas que se pueda romper en pedazos en cualquier momento por la fuerza impresa en simples y llanas palabras. Es eso que nunca has permitido leer a nadie más, ni quieres hacerlo, porque son palabras tuyas y solo tuyas, porque pertenece tan adentro que temes que la próxima vez que te vea pueda llegar a conocerte mejor que a ti misma. Es como mostrarle tu mayor debilidad a tu peor enemigo, la sensación es la misma. Yo creo que el refrán que reza que solo los niños y los locos dicen la verdad, debería incluir a los escritores melancólicos de las tres de la mañana. Es como estar borracho, pero deshinibiéndote a escondidas. Y no nos damos cuenta, pero es que las palabras son el arma más mortífera que podamos usar, quizá junto a la piel de gallina y los sentimientos, pero como quien dice, van unidos. Para mí es como elegir entre corazón y cerebro, ¿cuál es más importante? Preguntas trampa de la vida, preguntas sin respuesta, preguntas que es mejor no escribir, para no recordar. 

                                             Necesito drogas y amor - Extremoduro.



martes, 6 de mayo de 2014

'¿Cuánto te debe este mundo de perros?'


Al final sólo intentábamos tirar pa' lante. Pasito a pasito. Sumergirnos en una delicia de día, olvidarnos de nuestras responsabilidades y dejar volar nuestra imaginación. Cortar los hilos de la mente y evadirnos. Ponernos a prueba, desatando cabos y poniendo clavos para volver a definirnos. Renacer a la luz del atardecer. Escribiendo palabras desvaídas que solamente yo comprendo y, a veces, ni siquiera eso. Malviviendo en el caos de la bruma de corazón y las recurrentes espinas. Ojalá te vayas pronto, y al segundo siguiente deseando volver a verte, antes ya de perderte de vista. Echarte de menos teniéndote a centímetros. Recorrer los pliegues de tu condenado pensamiento, esperando en vano comprenderlo. Reza tú por mi alma maldita, yo hace tiempo ya que no creo en mí misma. 


miércoles, 16 de abril de 2014

O todo non sería todo se non houbese nada.


E doulle mil berros á vida, pero non me entende. E é normal, porque nin tan sequera eu me entendo. Fico tralo teu andar agarimoso de néboas e noites estreladas. Créome defensora de causas perdidas e amante de libros afogados, abandonados. Sinto que necesito folgos, e logo ven o teu sorriso, sempre preciso. Pequeno vagalume, onde alumarás, en qué vida, a qué soños, en qué tempos. E non sei se é que non te decatas, ou que simplemente es un preguiceiro, pero que saibas que a miña alma parece adormecida ata que vexo esa expresión na túa mirada. E despois volvo dubidar, apreta o medo, e coma unha andoriña voan as miñas cavilacións, ben arriba, indo a ningures. Sobrepasando nubes de tormenta, subestimando cada pinga de auga, abrazando ao vento e gañando carreiras á lúa, beliscando ao sol. Non tiña nin idea de que se podía sentir cun corazón de pedra, non sabía que aos que somos fríos de mente e trémulos, tolos de espírito, tamén nos pode queimar a mágoa. Que se pode sentir todo, sen sentir absolutamente nada. 

E é que ás veces peco de invencible.


jueves, 10 de abril de 2014

Déjalo ser.

Me gusta abrazarte, y poder oír el tic tac de tu corazón durante unos segundos. También me gustan el chocolate y los días de lluvia. Y la rutina del tren, que recorre más vidas que cualquier libro, con sus complicados engranajes y sus paradas y sus aullidos. O ver otra vez el puente de Rande aparecer, y volver a sentirme en casa. Contemplar la inmensidad del mar y verte a ti misma reflejada entre sus olas. Perderte después en el océano de tus propios miedos, a veces. Contemplar lo sencillo y desentrañar lo difícil. Sueña Dylan en tus oídos, sin ser errata. Suena la almohada cuando retumban los latidos de tu alma. Y así, sin más pero también sin menos, escuchas y luego sientes, o sientes y luego escuchas, que es lo más probable. Pasan por tu mente palabras demasiado cerca, rozando puntos intocables. Pero lo cierto es que somos muy tocables, si no pregúntale a sus labios, a sus manos, a su risa. Esa compleja máquina que no cesa, ese reloj que se hace llamar corazón, y que, imantado, se guía según sus propios puntos cardinales. Ese carácter cambiante y sus pasajeros efectos. Esa voz, que no falla. Todo eso, todo eso.



jueves, 13 de marzo de 2014

Pequeñas grandes cosas.


Por aquellos que se han mirado con una ternura que ni Benedetti se atrevería a describir, por los que se acarician sin tocarse, o que se odian tanto que no pueden soportar estar separados. Por esos que día tras día anhelan dormir en los brazos del otro, y a los que les tranquiliza oír el latir de un corazón parecido al suyo, y a la vez tan diferente. Por esas furtivas pinceladas de vida que se es esconden detrás de las yemas de tus dedos, y porque algún día salgan a la luz. Por la perfección de tus manos cuando están sobre mi cuerpo. Por los besos en el ombligo y los murmullos al oído, y porque sea algo que nadie nos pueda robar jamás. Por los recuerdos y por dejar volar nuestra imaginación en cualquier lugar, momento o situación, y sonriamos ante una visión que sólo existe en nuestra mente. Por la parsimoniosa prisa de aquel que roza tus caderas. Por la respiración agitada que se percibe bajo las costillas, agotadas de tanto esperar. Por la incertidumbre y el no saber. Y sobre todo y ante todo, por nosotros, por lo vivido, lo no vivido, y lo que nos queda por vivir. 


miércoles, 5 de marzo de 2014

"El infierno está hecho de buenas intenciones."


Nunca sé cómo empezar las historias, nunca si llevan tu nombre impreso, garabatos de tu esencia en mi mente, círculos infinitos de incongruencias que nunca terminan. Osadía hecha pedazos, gaviotas que no saben hacia dónde van, ni hacia dónde quieren ir. Y mientras, continúo observando el vaivén de las olas, esperando respuestas que nunca van a llegar, quizá perdidas en el profundo océano gris. Pienso en ti todos los días, sin excepción. Y siento que no me van a aguantar los huesos de tanto ir y venir, que me estoy resquebrajando por dentro, y que quizá no termine. Ya sé que tú no tenías intención de nada, que la vida está hecha de intenciones, y de interpretaciones de esas intenciones. Pero cada día que pasa me altera más esa libertad que emanas, o esas ganas de vivir, o esa convicción de fragilidad que te tienes a ti mismo. Si es que no has tenido que hacer nada, más que dejarte querer, y eso es precisamente lo que peor se te da de todas las millones de cosas que se te podrían dar mal. Creo que a mí me falta la razón que tú me has quitado en cada suspiro. Y creo también que te gusta excesivamente apropiarte de emociones que no son tuyas, sin tan siquiera plantearte lo que estás haciendo, como si las palabras fueran un absurdo juego, como si tuviese que recordarme a mí misma que también necesito respirar cuando estoy contigo, como si, de una vez por todas, pudiera llegar a asumir todo lo que he dejado atrás, y todo lo que he vivido. 

domingo, 2 de marzo de 2014

Hablemos de presente.


Hablemos de presente, allá vamos, seamos valientes. Invítame a pasear al borde del precipicio, siembra la duda en cada paso que das, permítete el lujo de dejarme sin palabras, de ser impulsivo, de saltar si tienes ganas. Yo intentaré frustrar tus compases, ganar tus apuestas y reírme un poco del gran abismo de las dudas, las incertidumbres y el miedo. Ya sabes cómo soy, o tal vez no lo sepas tan bien como crees, o quizá no lo sepa ni yo. Vivir en un mundo de hipótesis acerca de mí misma tiene su lado divertido y, por lo que parece, ponerme nerviosa, provocarme escalofríos o clavar al rojo vivo y por la espalda el puñal de tu sonrisa se ve que también lo es. Aunque, qué digo, es mucho más que eso. Ha llegado un punto en el que me apasionan hasta tus propios demonios, en el que lucharía contra todo pronóstico, contra todo obstáculo, en el que gritaría tu nombre en un suspiro, en el que huiría de la misma muerte y me repetiría todos los días de mi vida que no te quiero, que no lo siento, que me encierro y me niego a salir. Puedo intentarlo, pero el polvo y las cenizas de mi pecho hablan por sí solas, puedo prometerme mil y una canciones que no pienso, pero pienso. Por poder, puedo susurrarte al oído las veces que he soñado contigo y rezar porque no se vuelvan a repetir. Rezar, ¿a quién? No queda sitio en este mundo para alguien superior, y es que parece que queramos crearnos más problemas, cuando las personas por sí solas ya se bastan más que cualquier Dios. Y si existiese, tendría la cordura suficiente para darse cuenta de la maravillosa criatura a la que ha creado, porque contigo, amor, habría roto todos mis esquemas. 


Territorio.



Me gusta porque entiendes que las personas más bonitas no son siempre las mejores, porque reduces el placer de una mirada a un día normal, y ensalzas cada gesto para convertirlo en poesía no pronunciada. Me gusta porque susurro al viento un ojalá vuelvas, y me contesta cuando estoy al borde de la desesperación. Me gusta porque odias los domingos, o las noches sin luna. O quizá es lo que no me gusta lo que me encanta. La vida siempre es una gran contradicción, un murmullo del destino que te hace pensar que las grandes cosas siempre pasan por casualidad. Y realmente la situación tiene gracia, porque ni creo en el destino, ni creo en la casualidad. Tampoco en la suerte. La gente a la que no le gusta la suerte dice que si quieres algo tienes que buscarlo, y que cuando lo encuentres no debes soltarlo. Pero yo no soy de las que busca, si no de las que se deja llevar, y tampoco soy de las que agarra, si no de las que acaricia. Así que cojamos una de esas noches sin luna y movámonos al ritmo de nuestras respiraciones, hasta que se compenetren, y sienta tus manos arder en mis caderas, o pueda pronunciar el olor de tu pelo. Quiero que lo que nunca ha empezado, no termine jamás.

martes, 11 de febrero de 2014

Cinco segundos.



Siempre he sido de las que guardan las cosas. Muchas veces, a pesar de que sean objetos ya inservibles por el uso, por el paso del tiempo, soy incapaz de tirarlos, de aceptar que ya no son útiles. Quizá haya extrapolado esa excéntrica manía a mi relación con las personas. Y tal vez, sólo tal vez, sea ahora cuando me doy cuenta de que con los sentimientos pasa lo mismo, que por mucho que intentes arreglarlos, van a seguir igual de estropeados. Peor incluso, el estropicio será mayor cuanto más empeño pongas en tapar las heridas. He aprendido mucho en muy poco tiempo, he crecido. Y sí, han sido esos cinco segundos de valentía, esa recomendación por parte de una amiga, ese inténtalo que resonó ahí dentro, en esa cabecita que ni yo misma entiendo, en ese extraño laberinto de ideas contrapuestas, donde ha surgido algo maravilloso, algo terrible, algo que me aterra y me hace también, por desgracia o quizá por suerte, sentir viva. Ha sido ese jodido olor, o esa presencia incansable. Tal vez el sonido de la lluvia en el momento oportuno, o esas risas pasadas por agua.  Esos gestos, que nunca abandonan. La incertidumbre de no saber, o de no querer saber, de no atreverse ni siquiera a huir. Pero, dejando todo eso a un lado, y conociendo mi incapacidad de abandonar viejas costumbres, vuelve el ojo del huracán, y esos cinco segundos, esos adorados cinco segundos, continúan guardados. Y algún día me diré a mí misma, algún día que me brillen los ojos y que mi sonrisa sea de felicidad, que he utilizado esos cinco segundos, que he dejado de conservar banalmente y los he invertido, en más sonrisas, en más caricias, en más noches o en más días. En fin, en más vida.




martes, 28 de enero de 2014

Hoy, brindemos por ti.

No lo echo de menos, y ansío escuchar otra voz, una voz que me descarrila, que hace que llueva por dentro, que ignora que ha venido como un vendaval. Una voz, que quema al sol. Siempre nos enseñan a elegir el paraíso, y hoy te digo, que si tuviera que elegir mi propio infierno, mil veces sería contigo.



jueves, 23 de enero de 2014

Querido tú:


Muchas personas piensan que lo único que debes tener para escribir es tiempo libre. Me hace gracia, porque lo dicen con la convicción de quien cree que las palabras fluyen solas cada vez que estás delante del folio. No conocen de bloqueos o de extraños vacíos cada vez que no te sale nada, que no has alcanzado ese estado de suficiencia, a falta de un nombre mejor, ya que no sé cómo referirme a esa sensación. Y es que creo que nadie sabe o, a lo sumo, un par de personas a mi alrededor intuyen, que cuando mejor escribo, al menos bajo mi punto de vista, no es cuando estoy de vacaciones, relajada y, curiosamente, con más tiempo para pensar, si no cuando estoy agobiada, estresada y cansada, cuando parece que no puedo sacar tiempo de ningún sitio. Ahí, es cuando realmente me inspiro. No me preguntes la razón de ello, pero desde que sé que necesito hacer esto, me ha pasado siempre. Otro factor esencial de un buen texto es sentirlo. Y sí, puede parecer que cae de cajón, o que se sobreentiende que debería ser así siempre, pero dime tú cuántos artistas de hoy en día sienten su arte. Dime cuántas personas son capaces de transportar la letra de una canción a tu interior, cuántos pintores capaces de hacer correr por tus venas su propio dolor, cuántos escritores embriagarte con sus palabras, hacerlas tuyas, inundarte de sensaciones que nadie, sólo tú y él conocéis, sufrís y disfrutáis. Cuántos. Yo creo que ese es el paso más importante y también el más difícil que hay que tomar, comprender y aceptar, saber que no vas a poder vivir sin él a partir del momento en el que decides formar parte de ese mundillo.

Un aspecto que la gente no suele comprender es el valor del silencio, muy pocas personas saben hacer uso de él. El silencio tiene varias acepciones, muchas, muchísimas, y seguro que miles de ellas todavía se me escapan. Pero hoy te voy a hablar de dos en concreto.
Con el tiempo, he ido aprendiendo a diferenciar las palabras silenciosas de las palabras ruidosas. Hay una clase de textos que no han sido hechos para leer en alto, que lo único que se puede escuchar de ellos es el silencio. Son textos cuya finalidad es sumergirlos dentro de ti, bien hondo, que hagan temblar tu alma, que remuevan tu conciencia. Tienes que guardar cada una de las frases para ti, y no dejarlas salir, no profanarlas con el sonido de tus cuerdas vocales. Para esa clase de textos, es un sacrilegio. Me gustan mucho este tipo de palabras, son suaves, resbaladizas, se deslizan dentro de ti sin ni siquiera pedir permiso, y normalmente lo hacen para quedarse. Después están las palabras ruidosas, las potentes, todo lo contrario a la delicadeza de las palabras silenciosas. Están llenas de fuerza, de pasión y, si son utilizadas de forma correcta, también de sabiduría. Son las más peligrosas y, como todo lo peligroso de este mundo, también las más atractivas, las más absorbentes, las más embriagadoras. Te rodean, te golpean y te abren o cierran los ojos. Conozco a gente que incluso se ha dejado poseer por este tipo de palabras, y precisamente por eso hay que tener cuidado, a veces construyes tu propia prisión inexpugnable con ellas, de la que no puedes escapar. Este tipo de palabras son las que mueven masas, las poderosas, las que deben ser habladas, gritadas y repetidas a los cuatro vientos, para bien o para mal. También me gustan mucho, aunque quizá no las utiliza tanto como debería, ya que a veces es necesario correr riesgos, y no es una práctica que nunca se me haya dado bien.

El último aspecto a tener en cuenta en un caso como este, pero no por ello el menos importante, es un tema. Amor, odio, pasión, dolor, deseo, esperanza, revolución, soledad, qué es lo que hiciste anoche, la primavera, tu trabajo, la última llamada que has recibido… Hay un sinfín de ocurrencias y sucesos en la vida de una persona que podrían constituir un tema del que hablar o, en este caso, un tema sobre el que escribir, aunque a veces no encuentres ni uno solo. Si me permites la comparación, es como uno de esos días en los que abres la nevera repleta de comida, sabiendo que tienes hambre, pero no sabes qué coger, nada te apetece. He tenido etapas en mi vida en las que me ha pasado eso, y supongo que me quedarán otras muchas por delante. Pero hoy por fin lo he conseguido, ya tengo mi tema. 


miércoles, 22 de enero de 2014

Ser valiente no es sólo cuestión de suerte.

¿Quiénes son los valientes? ¿Todos aquellos que se atreven a luchar? ¿O los que son capaces de esperar sin rendirse? Los valientes no son los que aparecen en historias contadas a la luz del fuego, como personajes invisibles de una apacible noche de verano, no son seres utópicos. Los valientes, los verdaderos valientes, somos nosotros. Soy yo atreviéndome a esperar por esa persona por la que daría la vida, aunque quizá todavía no lo sepa. Eres tú, levantándote de la cama todos los días, osando vivir, y no dejando pasar los días como si jugases a la ruleta rusa, haciendo tiempo para que la suerte vuelva a sonreír, pero sin hacer nada por intentar buscarla. Es mi madre, pregúntame qué tal estoy después de haber pasado un largo día de duro trabajo. Es tu amigo, escuchando, ayudando y teniendo además que convivir con sus propios problemas, que quizá no te cuente para no preocuparte. A veces me pregunto cuántos valientes quedan en el mundo. Es difícil distinguirlos del resto de personas, son discretos, no les gusta llamar la atención pero, si tienes la oportunidad de tratar con uno de ellos, acabas descubriendo que los hechos hablan por sí mismos. Me gustaría decir que yo también soy valiente, que no he tenido días grises, de esos en los que cuentas el paso de los minutos sólo deseando que termine lo antes posible. Me gustaría poder decir que me he atrevido a hacer todo aquello que me he plateado alguna vez, luchar y cumplir eso que dicen de que el que la sigue la consigue. Que no he echado de menos el sonido de un murmullo incandescente. No sé si las voces pueden llegar a ser incandescentes, en cualquier caso, si existe algún adjetivo que describa aquel susurro, es esa palabra. Me gustaría también poder afirmar que siempre me han salido las palabras y que no espero día tras día, impaciente, el resonar de una guitarra aún dormida, perezosa melodía. Pero yo también me guío por otro principio, quizá sea debido a mi poca experiencia, o que la valentía es algo que se adquiere con los años, o simplemente es que nací así y así moriré, pero soy partidaria de que perdiendo también se gana, de que fallar es bueno, y de que sentirse cobarde ayuda. Que en ocasiones, por mucho que te pidan quedarte estoicamente en tu sitio y aguantar, no haces caso, sigues tu instinto, que te pide correr a gritos. Y es lo que acabas haciendo, corres y corres sin mirar atrás, porque el pasado duele y es mucho más fácil mirar hacia delante, inclinar la balanza a favor de algo nuevo porque, aunque ni siquiera esos valientes lo reconozcan, todos necesitamos huir alguna vez. ¿Y si eso es lo que realmente define a los valientes?



lunes, 20 de enero de 2014

Petición.

Y ahora mismo, lo más valiente, lo más hermoso que puedo decirte, es que me has dejado sin palabras. 


Devuélvemelas, por favor. Sin ellas no soy yo, sin ser yo, no me encuentro.


 Y si me pierdo...

viernes, 3 de enero de 2014

Paz.

Aprendí que las personas cambian con el paso del tiempo, vaya si lo aprendí. La eternidad me agarró por los hombros y me devolvió a la realidad de un mundo cruel movido por impulsos egoístas. Aprendí que no todo lo que se sabe se conoce, y que algo predecible puede darte una sorpresa y convertirse en inesperado. Que la confianza es un plato que se sirve de postre, y sólo unos pocos saben apreciar su dulzura. Aprendí también que siempre es mejor echar los dos brazos antes que una mano a alguien que realmente lo valore. Que tú mismo es lo más preciado que tienes, al fin y al cabo, vivirás contigo el resto de tu vida. Que toda experiencia, buena o mala, es necesaria vivirla, que nos enseñan cómo somos, y en qué nos convertiremos. Que la gente importante nunca se va, y los que no te merecen acaban buscando algo peor, porque podrías llegar a hacerles sombra con tu altura. Que hay recuerdos que deben ser dejados atrás, y otros que han sido grabados a fuego en los túneles de la memoria, acompañándome el resto de mi existencia. Y que cuando vea a mis nietos jugar, siga siendo esa niña asustada que un día temió no encontrar en el mundo la paz que tanto anhelaba, y seguir luchando hasta el fin de sus días por aferrarse a ella, adopte la forma que adopte. Y que él, esté donde esté, y pase el tiempo que pase, siempre será mi paz.