martes, 12 de agosto de 2014

Ser o estar.



Soy de esas personas que confunde el ser fuerte con encerrarse en sí misma. Que pretende hacerlo todo sin ayuda, y que entiende que si paga él, a la siguiente invitas tú. Que le gusta la igualdad y no soporta las medias tintas. O blanco o negro. Pero a mí déjamelo claro. Me olvido de que la gente no es así, y reviste de brumas sus palabras. Cómo lo odio. Le doy tantas vueltas a las cosas que al final ellas mismas ya se han acostumbrado a mi presencia. Soy pesada. Si quiero saber algo insisto hasta que me lo cuentes, me gusta demasiado salirme con la mía. Y cuando encuentro a alguien que no me lo pone tan fácil me desespero. Pero es una desesperación bonita. Y me gustan las cosas bonitas, la belleza porque sí, el arte, la armonía. Es paradójico, porque a veces se me ocurre echar un vistazo a mi interior y sólo encuentro caos y preguntas sin respuesta. Y me agobio. Es entonces cuando pienso: "ya va tocando". Y escribo. Borro, tacho, dibujo flechas, asteriscos. No me conformo. Cambio cosas. Me gustan los cambios. Incluso cuando tengo que seguir una rutina soy de esas personas que no va por el mismo camino, me aburro fácilmente. Pero mis cambios no siempre vienen del exterior. A veces se me da por ser impulsiva. Tengo bastantes miedos. A las arañas, a los payasos, y sobre todo al futuro. Pero como también es un miedo bonito, no se lleva mal. Impuntual, soy la típica que llega siempre cinco minutos tarde. Dicen que soy responsable. A veces pienso en la muerte. No sé si es un tema bastante común, no lo hablo con nadie, quizá todos nos sintamos oprimidos preguntándonos qué será de nosotros cuando ya no estemos y sin embargo no lo sepamos. Y ya que estamos, no creo en Dios. Adoro el pelo largo porque me siento más protegida, y porque me gusta la sensación que produce el viento cuando me lo alborota. Estoy enamorada de los libros, la música y el mar. Todavía no sé si de él también. Eso ya se verá. Pero me cuesta confiar en la gente, respeto mi interior y mi intimidad. Creo que es tan importante que no quiero que cualquiera lo vea. Egocentrismo. Tal vez. No me considero compleja, igual complicada sí, pero no compleja. Creo que nunca me he sentido completa, siempre hay algo que me falta. Aunque eso no es malo, me gusta esa sensación. Así puedo seguir buscando. Soy cobarde y no me importa admitirlo, aunque debería cambiarlo. Atrevida no es una palabra que entre en mi vocabulario. Me gusta esa zona segura que roza el peligro pero no entra. Aunque a veces cometo un desliz y lo traspaso, claro. Espero, me limito a esperar. No obstante, me gustan las aventuras, como ya he dicho, necesito cambios. Me despisto, mucho. Soy de esas personas que necesitan llevar la mano como si fuese un cuadro de arte abstracto para acordarme hasta de poner a hacer la comida. Nací con el don de perderme hasta dentro de mí misma. Tengo cierta facilidad para encontrar sinónimos de todo, adoro las palabras. La gente dice que soy introvertida, y yo estoy de acuerdo con la gente. No me gusta que las personas hablen cuando el silencio es más bonito. Porque hay veces que se habla de cosas banales pero es hermoso. No sabría explicarlo. Me gustan mucho las sonrisas. También el sabor de las lágrimas (literalmente). No soy nada expresiva, pero si alguien me cae mal, me cae mal y punto. Y se nota. Tengo un tic nervioso en el pie, cuando estoy sentada no puedo parar de moverlo, acabo poniendo nerviosos al resto. Soy terca como una mula y de ideas fijas. Cabezota y borde. Insegura, soy terriblemente insegura, lo cual hace que dude sobre muchas cosas. Eso sí, cuando tomo una decisión, esta se queda. Nunca me he declarado a nadie, tengo un miedo horroroso al rechazo. Reconozco que es una posición cómoda, y que he perdido oportunidades de esas que sólo pasan una vez en la vida por no arriesgar. Espero cambiarlo pronto. Me lo reprocho a menudo. Ahí entran de nuevo los miedos y la cobardía. Al final todo va unido. El inicio enlaza con el fin casi sin darte cuenta. El fin. La muerte. Y es ley de vida, las personas, las historias, las tabletas de chocolate, todo se acaba. Hasta los absurdos textos sobre uno mismo se acaban. 

Algunos os preguntaréis por qué escribo esto si pienso que es absurdo. Pues porque hay algo más que debería deciros acerca de mí: me gustan las cosas absurdas. Si tiene sentido, no es tan divertido. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario