viernes, 31 de octubre de 2014

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"QUÉ solos estamos. Y vale, sí: encuentras gente con la que compartir una larga conversación junto al radiador, un paseo bajo la lluvia, impresiones acerca de la última película de ese director surcoreano de nombre impronunciable, confidencias, un porrete, un helado de vainilla, la vida entera. Pero en serio: qué solos estamos."

lunes, 27 de octubre de 2014

Silencioso ruido.


Volvía a oír los pitidos de los coches, los gritos de los niños y los ladridos de los perros. Olía la gasolina, los mil y un perfumes de las chicas que pasaban por su lado, siempre corriendo, esperando llegar a alguna parte que parecía importante para ellas, para sus vidas. Recibiendo luces, sonrisas, colores, miradas. A nadie se lo decía, pero la vida en una ciudad tan caótica la agobiaba y a la vez la tranquilizaba. Era una especie de sinrazón, de estúpida paradoja. Quizá es que estaba acostumbrada a hallar las respuestas entre tanto desorden. Al menos, antes de que las preguntas la destrozasen. Le ponía la piel de gallina pensar, o tal vez fuera la canción de Andrés Suárez que atronaba sus oídos. Cuando ponía la música tan alta esperaba aturdir todos sus sentidos, pero rara vez lo conseguía. No puedes huir de ti misma. No puedes dejar de ser quién eres, ni de sentir lo que sientes, ni de guardar lo que guardas. Pero puedes volar sin alas, puedes quemarte en el infierno y no arder. Ligeras y agudas manos bastan para eso. Y dejar en un solo suspiro todo tu ser. Y entregar parte de tu alma en una caricia, en un beso, incluso en una sonrisa. Desarmar a grandes rasgos. Escribir hasta que tus dedos sangren, Dar tu último aliento en una carrera. Sentir tus huesos estremecerse en un abrazo, porque para quebrarse ya está mi voz. Herir con la suavidad de una pluma, con la sutileza de una bala. O que tus sueños supliquen un "me rindo" si es con él.