jueves, 13 de marzo de 2014

Pequeñas grandes cosas.


Por aquellos que se han mirado con una ternura que ni Benedetti se atrevería a describir, por los que se acarician sin tocarse, o que se odian tanto que no pueden soportar estar separados. Por esos que día tras día anhelan dormir en los brazos del otro, y a los que les tranquiliza oír el latir de un corazón parecido al suyo, y a la vez tan diferente. Por esas furtivas pinceladas de vida que se es esconden detrás de las yemas de tus dedos, y porque algún día salgan a la luz. Por la perfección de tus manos cuando están sobre mi cuerpo. Por los besos en el ombligo y los murmullos al oído, y porque sea algo que nadie nos pueda robar jamás. Por los recuerdos y por dejar volar nuestra imaginación en cualquier lugar, momento o situación, y sonriamos ante una visión que sólo existe en nuestra mente. Por la parsimoniosa prisa de aquel que roza tus caderas. Por la respiración agitada que se percibe bajo las costillas, agotadas de tanto esperar. Por la incertidumbre y el no saber. Y sobre todo y ante todo, por nosotros, por lo vivido, lo no vivido, y lo que nos queda por vivir. 


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