lunes, 1 de septiembre de 2014

Nunca nadie.

"Lo siento". En realidad no lo siente, te mira con una mezcla de pena y compasión sin saber lo que está sucediendo en tu cabeza. "Si necesitáis cualquier cosa, lo que sea, no dudéis en llamarnos". Simples formalismos, lo dicen por quedar bien, porque es lo que se hace en esos casos, ¿no? Solo esperan no tener que atender nunca esa llamada. "Te entiendo". No, no me entiendes, no te molestes en mentir acerca de obviedades. "Estamos contigo". Por supuesto, alguien a quién acabo de conocer, al que hago esfuerzos por asociar su nombre a la cara correcta,  por discernir qué relación tiene conmigo, si es que siquiera existe alguna, viene a decirme que está conmigo. Besos, abrazos y lágrimas de gente fuera de lugar, como si fueran personajes de una sátira, sacados de un burdo circo sin gracia. Hipocresía. Falsa modestia. Llamar la atención. Pero nadie me dice que me lo van a devolver. Nadie me promete que no se ha ido, que en el fondo está todo bien, que todavía no lo eche de menos. Nadie jura que mañana podré volver a verlo. Y eso es lo único que necesito en ese momento. Pero nadie jamás podrá darnos eso a las puertas de un cementerio.





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