domingo, 25 de enero de 2015

Caótico.


Para esas noches en las que ninguna canción puede acallar tus pensamientos. Por tu mayor inspiración. Por imaginártelo. Para romper las reglas.  Para dejar de organizarlo todo. Para evitar normas, y volver a empezar de cero cuando quieras. Para improvisar. No permitas que nadie te corte las alas. Volver a verte, mi buena suerte. No saber si quieres quitártelo de la cabeza o tenerlo encima, no darte cuenta de cómo ha entrado y verte sin salida. Saber que está ahí. Tener su presencia. Joder. Mierda. No. Sentir su presencia. Oír su voz. Demasiados días, pero demasiado pocos en realidad. Un pequeño vacío, como una mosca molesta, como una letra mal puesta, como un zumbido sin importancia. Vivo esperando siempre que tú me cuentes que estoy adentro de lo que sientes. Porque, ¿quién no tiene valor para marcharse? Eso me dice que tengo que viajar, viajar por mi mente, nacer de nuevo, pirarme de aquí, no quiero ver a nadie pero quiero verlo todo. Dejemos que corra el aire. No me jodas, tenía las maletas hechas antes ya de conocerte. Qué alivio. Qué gusto. Quiero dejar tu recuerdo en cualquier esquina. Quiero arrepentirme mil veces de haberlo hecho. Y puedo. Porque tengo que poder. ¿Quién prefiere quedarse y aguantar? Yo no, desde luego. Y seguro que a nadie. Pero lo hacemos, nos quedamos y aguantamos lo indecible. Por fortaleza. Por orgullo. Un abrazo largo de sonido celta. Pero a todos nos gusta huir, cuánto más profundo y más adentro, mejor. Nadie dijo que no fuera complicado. Sumergirnos en mares de sueños, huir de responsabilidades, de alarmas, del tráfico, de los olores desagradables, de los gritos, de uno mismo. Caótico. Peculiar y caótico. Como tú. 


Ella no quiere salvar el planeta, quiere salvarse a sí misma. 
Él no quiere que el mundo se gobierne solo, quiere gobernarlo él mismo. 

No, Iván Ferreiro, te equivocas, las personas no somos tan condenadamente fáciles. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario