domingo, 22 de abril de 2012

Dame alas.

Dame alas para volar, y luego no me las cortes, déjame escapar, irme lejos, y luego no me llames si me echas de menos. Entiende el cansancio que me supone tener que estar en este mundo todo el tiempo, no pretendas mi atención a cada momento. Dame alas, ilusióname con la mayor tontería pero luego no lo arregles todo con una mirada de disculpa y me digas que era mentira. Permíteme acercarme a ver el cielo, aunque sólo sea un rato y tú estés tan lejos cuando yo me voy tan arriba. Dame alas y hazme promesas que te puedas permitir hacer, no hables en vano, por favor. Sé feliz mientras mires al cielo y te acuerdes de mí, también cuando vuelvas tu vista al suelo y mi recuerdo abandone tu mente, y ya no sepas adónde ir. No me escuches cuando te digo que quiero volar lejos de aquí, porque cuando descubras que era verdad ya no valdrá la pena lamentarse, y será lo mejor para ti. No mires atrás rememorando esas noches sin luna que a mí me parecían tan eternas. Déjame escapar si lo único que quieres es paz. Yo estaré allí, entre las nubes, esperando a que decidas usar tus alas escondidas tras la puerta de tu habitación, ya grises por el paso de los años, cambiadas y polvorientas. Olvidadas. No tengas prisa, que los buenos momentos llegan siempre tarde, pero cuando llegan, son inolvidables. Mientras tanto, continuamos nuestro camino sin ningún control, yo volando, tú andando, sin miedo a tropezarnos, sin miedo de caernos, esperando que cuando lo hagamos, aparezca el otro para darte un abrazo y recordarte que todo irá bien.


No hay comentarios:

Publicar un comentario